lunes, 19 de noviembre de 2012

Matías y cuello largo

Muy lejos, en un gran lago rodeado de hermosa praderas, vivía Matías un pequeño hombrecito de cabellos castaños, piel trigueña y ojos tan grandes que pareciera estar siempre asombrado con las maravillas que el mundo le presentaba día a día.

Le encantaba correr por en el pasto, nadar en el lago y subir a  los árboles a sacar frutas para que su abuela le hiciera ricos pasteles y galletas, era muy feliz en ese pequeño lugar que le entregaba todo lo necesario para vivir, pero siempre quiso conocer a un animal muy extraño, que sólo había podido ver en la televisión y en los enormes libros que sus hermanas le llevaban cada semana a su hogar, éste era muy grande, de color verdoso, con grandes patas y un cuello muy largo, por lo que había podido escuchar en algunos programas, comía sólo hoja de los árboles más altos, nada de carne y para su tristeza, ya había desaparecido hace mucho de la tierra, junto a todos los demás dinosaurios.

Matías pasaba muchas horas al día mirando fotografías de éste animal y deseando con todas sus fuerzas poder encontrar alguno cerca del lago, ya que allí habían grandes árboles, de copas muy altas donde podrían encontrar mucha comida fresca y saludable, por lo que cada mañana muy temprano se dirigía hasta ese lugar y esperaba paciente durante horas la llegada de su amigo, pero nada ocurría.

Un día al llegar al lago, pudo observar algo extraño que estaba bajo el árbol más grande, pero era muy pequeño para ser un dinosaurio, corrió hacía aquel lugar y su sorpresa fue tremenda al encontrar un hermoso peluche verde, que era igual al extraño animal de sus libros, jugó todo el día con él, pero al llegar la noche se dio cuenta que su nuevo amigo, al que había llamado cuello largo, tenía algo muy especial, ya que comenzó a moverse y crecer tanto que el niño sólo llegaba a tocar su tobillo, el pequeño se puso inmensamente feliz, el dinosaurio lo subió a su gran cuello y lo mantuvo ahí para que pudiera ver las estrellas más de cerca, al despertar la mañana siguiente Matías despertó junto a su peluche, lo miró con ternura y le prometió que lo cuidaría siempre y que este sería su gran secreto.

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