El niño que quería tocar las estrellas.

Había una vez un niño muy pequeño que siempre quiso tocar las estrellas, pero el problema es que ni siquiera lograba tocar las que su madre con mucho amor había pegado en el techo de su habitación. 

Un día al mirar como cada noche por la ventana, pudo darse cuenta que una luz muy brillante estaba en el árbol de su patio, por un momento pensó que era una luciérnaga, pero al tomar una rama y sacudirla, ésta no se movía, por lo que muy preocupado salió de su casa, colocó una escalera y subió hasta el lugar donde aquella luz cada vez parecía más intensa; gran sorpresa se llevó al llegar junto a ella y darse cuenta que no se parecía a nada que el conociera y que por el contrario nunca había visto algo parecido. 

Luego de observarla por largos minutos, pudo recordar un cuento que un día le leyó su abuela, el cual contaba que cuando un niño deseaba con muchas fuerzas conocer una estrella, éstas caían del cielo nocturno y se posaban lo más cerca posible para que él pudiera tocarlas; por un instante se sintió inmensamente feliz, pero enseguida recordó que también el cuento mencionaba, que una vez que esto sucedía, pronto la estrella debía volver al cielo para estar con su familia, esto lo puso muy triste, ya que no deseaba dejarla ir, pero entendía que tampoco podía quedársela.

Muchas horas estuvo pensando sobre el árbol del patio, de qué forma podía ayudar a su amiga a volver a su hogar, pero nada se le ocurría, intentaba recordar cada línea del cuento que muchas veces su abuela le leyó, pero no lograba recordar que entre alguna de ellas dijera, como la estrella finalmente volvía al cielo. El tiempo poco a poco iba acabando, el sol pronto saldría, cuando de un momento a otro pensó, que del mismo modo en que deseó cada noche poder conocer una estrella, podría pedir esta vez que su amiga volviera a su hogar, fue así como cerró sus ojos y pidió con mucha fuerza y cuando por fin los abrió, pudo ver como una hermosa luz que salía de la luna llegaba hasta el árbol, tocaba la estrella y suavemente la comenzaba a subir hasta el cielo, con mucha tristeza el niño miró como su pequeña luz nuevamente volvía a estar tan lejos, pero comprendió que aunque la distancia fuera grande, siempre tendría una amiga que cada noche lo miraría desde el cielo y cuidaría sus sueños.