jueves, 22 de noviembre de 2012

Deseo.

Pensaba, pensaba y no dejó de pensar, ¿Porqué no puedo llegar allá?¿ Y si trato de alcanzarlas con una ramita? ¿qué puedo hacer?.
Cada día la angustia lo agitaba no lo dejaba respirar, sólo pensaba en ¿cómo poder llegar allá? Un día una voz le dijo "¿Y si saltamos para ver si volamos? ¿Y si gritamos para ver si nos escucha?", pero antes de pensar si esas ideas pudieran funcionar, se preguntó: - ¿Quién me habla? ¿Soy yo?, se quedó un rato en silencio y creyó que las ideas que escuchó mejor no las intentara.
Luego de un tiempo, dejó de pensar pero una noche con su ventana abierta volvió a imaginar "¿ y si salto? ¿y si grito? ¿y con una ramita? ¡Algo tengo que hacer! Gritó tan fuerte, tan fuerte que la mamá lo escuchó y corriendo subió a ver que le ocurría. Al abrir la puerta la mamá lo vio al borde de la ventana y le pregunto ¿Qué pasa? Y el respondió: Es que quiero ir a ver a mi tata que me mira desde las estrellas, pero yo no lo puedo ver desde aquí.

martes, 20 de noviembre de 2012

Las Aventuras de Rayo Macqueen

En una pequeña ciudad vivía un auto llamado Rayo Macqueen, era muy diferente a los otros que Vivían en la misma ciudad, ya que era de color rojo y le gustaba mucho salir a pasear los días que estaba lloviendo.





Una tarde, cuando estaba estacionado fuera de la casa de su dueño, Rayo Macqueen, comenzó a mirar el cielo para ver si se aproximaba una lluvia. Al ver esto las grandes nubes que estaban en el cielo, se pusieron de acuerdo para que pudiese llover aunque fuera un momento y comenzaron a enviar sus gotitas de agua para ver aún más contento al lindo auto. 


Llovía y llovía muy fuerte y en ese momento a nuestro amigo de color rojo, se le ocurrió la idea de ir a pasear sin su dueño. Comenzó a alejarse, cuando de repente, mientras estaba mirando el cielo, no se dio cuenta que había una gran pared de cemento y choco fuertemente con ella. 

Nuestro amigo, se lastimo mucho su trompa y es así, con mucho dolor que llego a su casa para que su dueño lo pueda ayudar, éste lo llevo al mecánico quien lo reparó y lo regañó mucho por haber salido un día de lluvia sin la compañía de su dueño y en ese momento Rayo Macqueen prometió nunca más salir a pasear solo.

La tortuga vieja

Había una vez, una tortuga pequeña llamada Pepita, que siempre vivía apegada de su madre y que jamás le gustó estar separada de ella, iban para todos lados juntas, como una verdadera madre e hija. 
Esta pequeña tortuguita fue creciendo poco a poco y pasando el tiempo se fue convirtiendo en una joven tortuga, es decir, ya no era esa pequeña tortuga que siempre dependía de su madre.




Un día, Pepita fue donde donde ella y le dijo que quería ir a recorrer los diferentes lugares cercanos de su casa, para así poder conocer el parque, la playa y muchos lugares maravillosos que podría gustarle, pero como Pepita era una tortuguita muy lenta, le pidió a su madre que le comprara una moto para así hacer sus viajes mucho más rápido. Su madre indignada le dijo: “Pepita ni muerta te compro una moto, pues, son muy peligrosas y no están hechas para nosotras las tortugas”. Pepita indignada salió a caminar cerca de su casa, cuando de pronto encontró botada una sucia y vieja moto que nadie estaba ocupando. Como no era de nadie, tomo la vieja moto, la limpio y comenzó a viajar por los diferentes lugares que ella quería conocer, fue a la playa,  a una montaña y conoció el parque. 
Todas las mañanas solía hacer los mismos viajes, a escondidas de su madre. Cuando de repente una mañana, Pepita iba viajando y tuvo muchos problemas, porque no podía controlar la motocicleta por ir muy rápido y en un momento se cayó y se lastimo su patita.
Pepita con lágrimas en sus ojos y con su patita muy dolorida logro llegar a su casa y le pidió ayuda a su madre para poder sanarla y también le pidió disculpas por desobedecer las órdenes de ella y por salir sin su permiso.

lunes, 19 de noviembre de 2012

Matías y cuello largo

Muy lejos, en un gran lago rodeado de hermosa praderas, vivía Matías un pequeño hombrecito de cabellos castaños, piel trigueña y ojos tan grandes que pareciera estar siempre asombrado con las maravillas que el mundo le presentaba día a día.

Le encantaba correr por en el pasto, nadar en el lago y subir a  los árboles a sacar frutas para que su abuela le hiciera ricos pasteles y galletas, era muy feliz en ese pequeño lugar que le entregaba todo lo necesario para vivir, pero siempre quiso conocer a un animal muy extraño, que sólo había podido ver en la televisión y en los enormes libros que sus hermanas le llevaban cada semana a su hogar, éste era muy grande, de color verdoso, con grandes patas y un cuello muy largo, por lo que había podido escuchar en algunos programas, comía sólo hoja de los árboles más altos, nada de carne y para su tristeza, ya había desaparecido hace mucho de la tierra, junto a todos los demás dinosaurios.

Matías pasaba muchas horas al día mirando fotografías de éste animal y deseando con todas sus fuerzas poder encontrar alguno cerca del lago, ya que allí habían grandes árboles, de copas muy altas donde podrían encontrar mucha comida fresca y saludable, por lo que cada mañana muy temprano se dirigía hasta ese lugar y esperaba paciente durante horas la llegada de su amigo, pero nada ocurría.

Un día al llegar al lago, pudo observar algo extraño que estaba bajo el árbol más grande, pero era muy pequeño para ser un dinosaurio, corrió hacía aquel lugar y su sorpresa fue tremenda al encontrar un hermoso peluche verde, que era igual al extraño animal de sus libros, jugó todo el día con él, pero al llegar la noche se dio cuenta que su nuevo amigo, al que había llamado cuello largo, tenía algo muy especial, ya que comenzó a moverse y crecer tanto que el niño sólo llegaba a tocar su tobillo, el pequeño se puso inmensamente feliz, el dinosaurio lo subió a su gran cuello y lo mantuvo ahí para que pudiera ver las estrellas más de cerca, al despertar la mañana siguiente Matías despertó junto a su peluche, lo miró con ternura y le prometió que lo cuidaría siempre y que este sería su gran secreto.

La familia de las vocales

Había una vez, una familia de la realeza que eran muy especiales, ya que todos eran vocales, estaba el rey llamado U, la reina llamada A y sus tres hijos, "i" la más grande, "o" la del centro y "e" el más pequeño.

Ellos vivían en un bosque muy lejano, donde todos sus ciudadanos tenían el nombre de alguna de las letras del abecedario, así encontrábamos a "P" el pastelero, "C" el carnicero, "D" la doctora, "Z" el zapatero, "B" el bombero, "F" el farmacéutico y muchos otros más, que cumplían con oficios específicos y muy importantes dentro del reino. 

Un día todos preparaban en los hermosos jardines del palacio, el cumpleaños de "e", el menor de los príncipes, el cual quería que en su fiesta hubieran muchos globos de color azul y blanco, una piñata, dulces, juegos, payasos y muchos invitados, además de lo importante y que no podía faltar en ninguna celebración de éste tipo, un gran pastel en forma de auto, pero no cualquier auto, sino uno rojo con muchas frutillas encima.
Para sorpresa de todos, aquel día "P" el pastelero no se encontraba por ningún lado, buscaron por todo el reino, pero no pudieron encontrarlo; muy triste el rey y la reina se fueron hablar con su hijo, para avisarle que su fiesta se cumpleaños no podría realizarse porque faltaba el pastel, "e" se puso muy triste, pero justo cuando iban a guardar todo para irse, apareció mágicamente en el jardín, el pastelero "P" con el enorme pastel en forma de auto y con millones de frutillas, que le daban el hermoso color rojo que el príncipe deseaba. Cuando los reyes se acercaron a él y le preguntaron porque había desaparecido sin avisar a nadie, éste contesto que había hecho todo lo posible por encontrar dentro del reino la fruta que deseaba su hijo para su pastel, pero que fue imposible hacerlo, por lo que debió viajar largas hora para poder conseguirlas, fue entonces cuando los reyes se dieron cuenta que en su reino jamás se había plantado fruta, por lo que decidieron sembrarlas según las letra del abecedario, fue así como en el reino ahora hay "F" de frutillas, "N" de naranjas, "M" de manzanas , "P" de plátanos y "G" de guindas.

Juguetón el duende

En la ciudad de la tristeza vivía un duende llamado Juguetón , este duende era muy travieso y feliz, siempre andaba saltando , jugando y corriendo por las calles de la cuidad, pero la gente lo miraba con extrañeza no entendían por que juguetón era así , si toda la gente de la ciudad era tranquila , aburrida y casi ya ni hablaban.

 Un día, el duende le preguntó al anciano de la cuidad por que la gente era tan triste y silenciosa a lo que el anciano respondió:  "antes todos eran felices en la ciudad, hasta que un día al rey se le perdió una cajita con música que le había regalado su madre, desde ese día el decidió que nunca más nadie volvería a ser feliz". 

Fue entonces cuando Juguetón decidió buscar por toda la ciudad la cajita de música del rey, como el era un duende y tenía mágicos poderes, no le fue difícil encontrarla bajo un gran árbol a los pies del río que pasaba cerca del castillo, a donde había llegado luego de que la hija del rey estuviera jugando con ella cerca de la ventana, la recogió del suelo y corrió a llevársela a su majestad, éste se puso muy feliz y ordenó que se realizara una gran fiesta para celebrar y desde ese día el pueblo dejó de llamarse tristeza para ser nuevamente felicidad.

El cohete

Había una vez un cohete que deseaba con todo su

corazón ir a conocer la luna, pero no podía ir sólo,

necesitaba a una persona que lo manejara.


Pasaban y pasaban los días sin que el cohete 

encontrara quien lo llevara a conocer la luna, ya se

estaba dando por vencido cuando de 

pronto apareció un hombre llamado Andrés, un

astronauta que se subió en el y lo piloteo por todo

el espacio.

Luego de

muchas

horas de

viaje,

llegaron a

un lugar

muy

extraño, por lo que decidieron detenerse y explorar,

fue entonces cuando pudieron darse cuenta, que no

estaban en la luna, sino que en un planeta llamado

Marte;
aquí vivía gente diferente a Andrés , éstos
eran de color verde, hablaban muy raro , por lo que

el cohete y su amigo se asustaron mucho al ver a

estas personitas y desde lejos les preguntaron

como podrían llegar a la luna, a lo que éstos

respondieron que ellos conocían muy bien ese lugar

y que podían guiarlos con su nave espacial.

Una vez ahí, el cohete se sentía muy feliz porque

por fin había podido cumplir sus sueño y Andrés el

piloto por haberlo ayudado a llegar hasta allí, por lo

que decidieron quedarse  a vivir en la luna y muy

seguido recibían en su nuevo hogar a sus amigos

marcianos.